La experiencia visionaria

ENTREVISTA A VICTORIA CIRLOT

En este episodio del ciclo de Conversaciones, Victoria Cirlot habla sobre la diferencia entre imagen y símbolo, sobre la relación de las visiones con los sueños y el arte, de la delgada línea que divide la visión psíquica de la visión espiritual, y acerca de la naturaleza del fenómeno visionario.

Victoria Cirlot es lingüista, historiadora, filóloga, traductora, catedrática en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde dirige el Instituto Universitario de Cultura, y directora también de la colección “El árbol del paraíso” de la editorial Siruela. Es autora y coautora de una extensa lista de títulos entre los cuales se encuentran La voz de Filemón. Estudios sobre El libro rojo de Jung (publicado por El hilo de Ariadna en 2011), Luces del Grial (Alpha Decay, 2018) y La mirada interior. Mística femenina en la Edad Media (Siruela, 2021). 

En diálogo con PsicoCymática, habla del surgimiento de su interés por el fenómeno visionario a partir de la figura de la abadesa Hildegard von Bingen, y de los modos de acceso a la comprensión de la naturaleza de este tipo de experiencias.

La primera vía de acceso que destaca Victoria está trazada por la relación entre la visión y los sueños. Partiendo de esta analogía se puede empezar a deshacer la extrañeza y la imposibilidad de la que está cargada la idea de las visiones. “Estamos habituados al hecho de que las imágenes oníricas no tienen parangón en la realidad física. Además son imágenes que tienen una textura especial. A pesar de que no tienen materialidad, están ahí, tienen formas y colores”, afirma. En la vigilia también puede ocurrir que de pronto nos asalten imágenes similares, que no vemos con nuestros dos ojos sino con algo a lo que en la Edad Media se referían con “expresiones muy bonitas”, dice Victoria, “como el ojo del corazón, el ojo de la mente, el ojo interior, el ojo visionario”.

Al ser imágenes que tienen relación con el mundo visible pero que no son simplemente reproducciones de lo que percibimos en lo externo, también es posible relacionar la visión con las figuras que aparecen en el estado meditativo. Con los ojos cerrados, vemos por ejemplo una imagen geométrica, o cromática, que puede ser muy poderosa y que, en palabras de Cirlot: “se ha formado en tu interior pero tú no la has creado. Ha aparecido”. En este sentido a ella le gusta la forma en que lo expresa Henry Corbin, quien habla de la “floración espontánea de las imágenes”. 

Imágenes que no vemos con nuestros dos ojos, sino con 'el ojo del corazón', 'el ojo de la mente', 'el ojo interior', el ojo visionario”.

En dónde están alojadas estas imágenes, de dónde surgen, es una pregunta que se responde de acuerdo con la perspectiva de quien mira y de su creencia o fe, según Victoria: “Para Jung las imágenes vienen de esa reserva muy arcaica que él llamaba inconsciente colectivo. Pero para las culturas tradicionales, como la tibetana, que están inmersas en lo sagrado (es decir que no han sufrido el proceso de secularización que por ejemplo atravesó Europa desde el siglo XVI en adelante), existe un lugar donde están esas imágenes, que no es en el cielo ni en la tierra” explica. “Están en medio porque participan en términos simbólicos tanto en el cielo como en la tierra”.

El segundo sendero para comprender la naturaleza del fenómeno visionario que destaca Cirlot es la reflexión sobre la creación artística. “La creación conlleva siempre un grado de visión. Los artistas son visionarios”, dice, y habla de quienes dan testimonio de no ser responsables de la creación de la obra que se les atribuye. “Es una transmisión de algo que te viene y tú no sabes bien de dónde, si es del inconsciente o de la tierra intermedia ahora no importa demasiado, pero tú ves algo, que luego reproduces”.  

La creación conlleva siempre un grado de visión. Los artistas son visionarios”.

A la pregunta de si le parece que hay una diferencia entre la dimensión psíquica y la espiritual en la experiencia visionaria, Cirlot contesta: “yo no lo creo”. Cuenta luego que el teólogo Romano Guardini analiza en uno de sus libros el Apocalipsis de San Juan. “Quienes hemos leído el apocalipsis sabemos que es un universo visionario, donde todos los elementos, pues, parecen carecer de lógica. Para poder entrar en ese universo, el universo del Apocalipsis de San Juan de Patmos, hay que comprender que Juan se plantea como un visionario. Él estaba en la isla de Patmos y de pronto empieza a ver, y lo que ve es un mundo que no tiene nada que ver con este mundo, sino que es el mundo visionario. Entonces Guardini planteaba que para poder acceder al apocalipsis, pensáramos en los sueños, como he hecho aquí yo al principio, en realidad lo he imitado a Romano Guardini: pensemos en los sueños, pensemos en las imágenes oníricas, y comprenderemos que la imagen visionaria es eso. Pero él, como teólogo, hace una distinción. Dice: cuidado, los sueños están hechos de imágenes instintivas, mientras que el Apocalipsis describe imágenes espirituales. Esta distinción en el mundo medieval también es muy clara: las visionarias son las imágenes que Dios nos ha dado. A mí me parece que es una distinción muy difícil de trazar”. 

Es decir que según Victoria tanto en las imágenes oníricas como a través del arte tenemos la posibilidad de experimentar el fenómeno visionario. Dice: “cuando estás ante una obra pictórica que lo que hace es representar un mundo visionario, notas en seguida ese aspecto de la visión por la luz; siempre es muy distinta, es una luz muy especial. Lo que Hildegard von Bingen decía era que tenía una sensación interior de luz, y que en esa luz es donde emergían las formas”. Cirlot concluye entonces: “Sobre todo, la visión es una sensación de luz”.  

Liber Scivias, Hildegard von Bingen, manuscrito original.

Por lo tanto se puede tener una actitud frente a los propios sueños como ante una fuente de visiones: llevar registro de los sueños, tenerlos en cuenta, anotarlos. Cirlot dice que esta actitud “sirve para ampliar la realidad, para hacer un trabajo de integración con ese mundo onírico que forma parte de la vida y de lo que se ve”. Religar mundos. “Indudablemente -dice Victoria- el artista que tiene la experiencia de los estados visionarios tiene una actitud religiosa, pero en un sentido muy laxo, muy amplio, que no tiene que ver ni con la institución, ni con el dogma, ni con ninguna religión en concreto, quizás, sino que es una actitud que tiene que ver con una conciencia de lo sagrado. De algún modo, para el artista, su obra puede pertenecer a ese ámbito de lo sagrado, aunque no profese ningún tipo de fe especial”.

Entonces los sueños, la pintura, también la literatura, el cine, en palabras de Victoria, “nos permiten desarrollar nuestras facultades de visión y, con ellas, desde luego, nuestra imaginación”, de la misma manera que determinadas técnicas con una tradición muy antigua. “La meditación es un ejercicio y una práctica que de algún modo abre al individuo a otras dimensiones que son muy necesarias. No quedarnos solo con lo que tenemos enfrente, ¿no? Hay estímulos y soportes, por ejemplo, la contemplación de un mandala, que abren ese ojo interior y permiten la visión”.

 Entrevista realizada por Soledad Davies | Mayo 2020

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