Nuestra crisis actual

ENTREVISTA A RICHARD TARNAS

Richard Tarnas es doctor en psicología, filósofo y astrólogo. Director fundador del programa de posgrado en Filosofía, Cosmología y Conciencia en el California Institute of Integral Studies (CIIS) en San Francisco. Escribió La pasión de la mente occidental, una historia de la cosmovisión desde la antigua Grecia hasta la posmodernidad, y su segundo libro Cosmos y psique. Indicios para una nueva visión del mundo (publicado en español por Atalanta) recibió el premio al libro del año de la Red Científica y Médica y es la base del documental próximo a estrenarse Changing of the Gods.

En febrero de 2021 se relanza en PsicoCymática —plataforma donde aparece por primera vez en español— el curso que dicta junto con Stanislav Grof, Psique y Cosmos, donde transmiten su investigación de décadas acerca de astrología arquetipal y psicología transpersonal. Son seis clases grabadas y subtituladas en las que se desarrolla una comprensión holística de las prácticas, herramientas y principios que Stan y Richard han investigado, y dos clases para hacer preguntas a Tarnas traducidas en simultáneo. 

A propósito del lanzamiento del curso y de los tránsitos tan desestabilizantes que hemos atravesado durante 2020 y los que nos esperan, dialogamos con Tarnas sobre su visión de este momento histórico desde la perspectiva de la astrología arquetipal, un enfoque que no plantea a los planetas como causantes de los sucesos terrestres, sino que percibe lo que Jung llamó una sincronicidad entre los patrones de la experiencia humana y los movimientos planetarios, coincidencia que puede ser leída de forma muy clara en términos arquetipales.

Es por eso, afirma Tarnas, que “desde hace mucho los astrólogos éramos conscientes de que este año iba a ser un período duro, de gravitas, propio de los momentos de conjunción entre Saturno y Plutón, a la que luego se incorporaría este año Júpiter, es decir que se formaría una triple conjunción”. Como Saturno es un planeta cuyo principio está relacionado a la restricción, la contracción y los límites, cuando se alinea con Plutón (durante períodos de alrededor de tres años), la humanidad se encuentra ante el fin de una era, enfrenta tremendos desafíos económicos, “suele estar presente la sensación colectiva de encierro —que estamos viviendo como nunca—, de tener que lidiar con fuerzas políticas opresoras, con una energía punitiva. También son tiempos en que suele haber conciencia acerca de que somos seres mortales, y típicamente nos vemos obligados a ver la muerte cara a cara a gran escala e intensamente”. 

Al incorporarse Júpiter a la conjunción, durante 2020 se produjo la expansión global que suele venir aparejada sincrónicamente con los tránsitos de los que participa este planeta. “En general —explica Tarnas— durante las conjunciones entre Júpiter y Plutón se presentan asuntos que involucran al mundo entero, temas de política global, y suele haber una cualidad muy dramática, que hace que la gente esté atenta a las noticias todos los días”. La evidencia en los acontecimientos de este año salta a la vista. Además, “suele emerger y volverse muy notable, sobre todo en los niveles de liderazgo y poder, la sombra de las comunidades. Este año hemos tenido que enfrentar la sombra racista de la comunidad blanca, la sombra de la opresión masculina patriarcal, en Estados Unidos se ha tenido que enfrentar la sombra de cómo se lidió históricamente con otros países y con las minorías hacia dentro —dice Tarnas, asumiendo su propio lugar de observación, desde su casa en San Francisco, a través de la pantalla de Zoom—.

Enfrentarse con la propia sombra y reconocer el hecho de ser mortales es crucial en cualquier transformación profunda, por eso un tránsito mundial como este puede ser una instancia importante y necesaria de un proceso mayor de transformación colectiva”.

A pesar de que el momento más intenso y pesado de la conjunción entre Saturno y Plutón se dio en 2020, el año que viene la alineación todavía estará en el orbe de su alcance. A su vez, Saturno estará aplicando hacia la cuadratura con Urano que Tarnas define como inestable, ya que “suelen darse choques entre los impulsos que presionan hacia lo nuevo, hacia el futuro, y el deseo de estabilizar, propio de las fuerzas más conservadoras”. Esto puede producir disturbios civiles, de modo que el año que viene según él también presentará grandes desafíos.

Pero la perspectiva hacia delante de Tarnas advierte una posibilidad: “a pesar de lo dura que ha sido la experiencia de este año, puede llegar a servir para una renovación moral que implica cierto renacimiento”. No es la primera vez que él habla de esta época como un rito de pasaje colectivo, similar a los ritos iniciáticos por los que pasan los individuos en el marco de experiencias ceremoniales en muchas comunidades, y que implican una pérdida de la vieja identidad, a veces a partir de enfrentar sufrimientos físicos, o estar de alguna manera cara a cara con la incertidumbre, el peligro o la muerte, lo cual produce una gran crisis de sentido. “En estos ritos, una vez que alguien atraviesa una experiencia así, suele producirse un profundo despertar espiritual, incluso se pierde el miedo a la muerte”, dice Tarnas. “Al otro lado de esa especie de crisol de transformación hay una súbita sensación de renacimiento, y la persona regresa a su comunidad pero se ve a sí misma de otra manera, ya no como alguien especial y aislado del resto, lo que Alan Watts llama ‘un ego encerrado en un saco de piel’, sino como una parte de un todo mayor, la naturaleza, la comunidad cósmica”, y de ahí proviene una fuerza mayor, enraizada, que a partir de entonces habita dentro del ser. 

Según Tarnas, la humanidad entera está atravesando una experiencia de este tipo al volverse consciente de su propia mortalidad, “no solo por la pandemia, sino a una escala mayor, la del cambio climático, que tiene que ver con la sombra de nuestra civilización industrial, cuya actividad produjo deforestación, extinción masiva de especies, y lo que esto implica para las generaciones futuras. Toda la muerte y el daño que hemos causado, incluso cuando fue ejercido por parte de unos pocos sobre muchísimas personas. En todos estos sentidos, estamos frente a una muerte de nuestra vieja identidad que podría traer la posibilidad de convertirnos en componentes vibrantes de la comunidad de la Tierra, entendiendo que todos los planetas están cargados de significado”.

Esa es una revelación a la que la astrología arquetipal hace un gran aporte, dice Richard, “porque la astrología nos permite entender que, en los términos de nuestra experiencia particular, el cosmos parece estar dotado de significado y de propósitos que de alguna manera están enfocados hacia esta Tierra, sobre cada uno de los individuos que la habitan y también sobre el despliegue de cada uno de sus momentos, y por lo tanto la Tierra ya no se percibe como esa mota de polvo aislada en un cosmos vasto y sin sentido, sino como un foco de sentido y propósitos que son más grandes que nosotros. Estamos como bañados por un tipo de cuidado universal. Podemos observar que hay principios expresándose a través de los movimientos planetarios”. De hecho, hacer una lectura de los ciclos planetarios es reconocer que la Tierra es la tercera parte de ese vínculo, en tanto punto de vista. Todo está en una relación, incluso el observador. 

Desde la perspectiva de la astrología arquetipal, el énfasis al percibir esta relación está en plantearnos como participantes del cosmos con un rol activo, cooperativo, dentro de él (y esta idea está presente ya en el Corpus Hermeticum, no es propia de la astrología moderna). De ahí que las formas de manifestarse de la energía asociada a cada planeta sean múltiples: los arquetipos son multivalentes. A modo de ejemplo, Richard dice: “Saturno puede representar restricción, frustración, límite final, empobrecimiento y contracción, así como puede tomar la forma de la disciplina, la capacidad de hacer y construir de una manera muy enfocada, sostenible. Día tras día, año tras año, construir un cimiento que perdure. Puede representar la sabiduría de la experiencia”. 

Esto quiere decir que “en cada alineación o combinación de planetas tomamos decisiones sobre cómo responder a estas energías, si darles una forma evolutiva o destructiva. De modo que al conocer a estos entes poderosos que son los arquetipos de los que está hecha la astrología, nos volvemos más libres y capaces de consagrarnos a las formas más creativas de sus manifestaciones a la vez que permanecemos conscientes de su lado sombrío para transformarlo. Nos volvemos más conscientes de las fuerzas inconscientes que están dándole forma a nuestra experiencia”.

Para que quede más claro que el agua Tarnas usa una metáfora bien pisciana: la música. “Los planetas nos dan las estructuras armónicas, pero qué componemos con eso, qué melodías cantamos y cómo bailamos con esa música depende de nosotros, es algo que puede ser moldeado tanto por la cultura como por cada individuo”. 

Esto según Richard no implica engañarnos a nosotros mismos y negar las condiciones por las que estamos determinados y las restricciones de nuestro margen de acción, “pero a la misma vez tenemos esta chispa de libertad, y la responsabilidad de aportar todo el cuidado, el coraje, toda la reflexión, la inteligencia, la imaginación y la compasión que podamos aportar a cada momento, y ayudar así a crear la nueva realidad en la que todos viviremos, porque en cierta medida la Tierra y el cosmos dependen de que cada quien viva a la altura de su potencial. No quiero presionarnos —dice sonriendo—, pero me parece que se nos está pidiendo que asumamos una responsabilidad para con el futuro y las próximas generaciones. A pesar de nuestros defectos y limitaciones, cada individuo tiene una nobleza que el universo abraza y nutre con la esperanza de que florezca”.

 

Entrevista realizada por Soledad Davies | Diciembre 2020

 

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