Alquimia vegetal

ENTREVISTA A julio azcoaga

Soledad Davies entrevistó a Julio Azcoaga acerca del libro que ha publicado recientemente: Alquimia vegetal, un menudo compendio sobre su investigación y práctica de años. En diálogo con PsicoCymática, Julio relata su primer encuentro con la alquimia, habla de la historia de esta disciplina, menciona la relación con otros saberes como la medicina, la agricultura o la arquitectura, y desarrolla el aspecto que con el tiempo le despertó más interés: su dimensión eucarística.

El encuentro más temprano que Julio tuvo con la alquimia y que marcó el inicio de su recorrido fue a través de un elíxir que, al probar, le transmitió una información de unidad, noción “que es el principio rector de todo lo que después fui haciendo”, dice. Los experimentos alquímicos son, según explica, una forma de generar “espacios espirituales donde las partes (incluso aquello negado) puedan reunirse y entrar en contacto”.

Al principio de la historia, la alquimia era exclusivamente metálica, según cuenta, y mucho tiempo después aparece la idea de aplicar esa filosofía y esas bases alquímicas a las plantas. Entonces la alquimia empezó a usar plantas de la misma manera que hasta entonces usaba los minerales: “Tanto piedras como plantas se revelan en este trabajo como un ser. No se trataba a las sustancias con las que se trabajaba como materia prima, sino que se entendía que el trabajo consistía en asistir a ese ser en un camino de crecimiento, de reencontrarse, potenciarse y que aparezca su poder”. 

De allí concluye Azcoaga que esta práctica es “una especie de meditación, y por lo tanto genera mucha autoconciencia. Más allá del producto que va a resultar del proceso alquímico, sirve desde el punto de vista de verte reflejado ahí”. El interés de Julio en la alquimia vegetal ha girado con el tiempo desde la aplicación medicinal hacia la eucarística: entender la alquimia como un brindis. 

Cuenta que hizo una investigación antropológica y se dio cuenta de que “los primeros elíxires no eran un remedio para curar una enfermedad, sino bebidas tribales, primordiales, bebidas de los dioses que generan reunión, hacen comunidad, es una eucaristía donde la comunidad se reúne y conecta, sirven para eso”. Así fue cómo empezó a estudiar las bebidas fermentadas, como la hidromiel, que se compartían en espacios sagrados, rastreando incluso hasta el Neolítico.

El libro lo editó junto con su hermana. Él venía trabajando en esos textos hace mucho tiempo y pulirlos les llevó tres años. Está compuesto de tres partes. La primera es más bien filosófica, “una reflexión sobre los procesos alquímicos, a dónde nos llevan: el sentido de la alquimia y cómo se conecta con otras disciplinas”, dice. La segunda parte es operativa, bien técnica: una descripción empírica y científica de los procesos, de las operaciones, sobre todo cómo trabajar con las cenizas de las plantas. Y la tercera parte es un recetario que abarca los dos movimientos: separación (extraer, que es lo que estamos acostumbrados a hacer) y también reunión: “ver que esos extractos, si bien son productos en sí mismos, al reunirlos se potencian y se vuelven ingredientes de una obra mayor”. Eso es según Julio lo que te enseña la alquimia: “que muchas cosas que vemos como separadas tienen una unidad subyacente”.

Redes de Julio Azcoaga
FB:@agriculturaseleste
IG: @aqluimia_cromatica

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