Conocer a los dioses

La potencia de la teúrgia en Jámblico

Joaquín Vazquez

Sobre la relación con lo divino en Jámblico. El filósofo afirma, en palabras de Vazquez, que “al conocimiento que el hombre puede tener de las cosas humanas y las divinas a partir de sostener una vida atenta a una razón que involucre a ambas, es posible sumarle una instancia coactiva que propulsa al individuo a la consecución de la sabiduría: la teúrgia”.

En Sobre los misterios egipcios Jámblico se explaya con mayor detenimiento que en Protréptico acerca de las consideraciones gnoseológicas para tratar el problema de lo divino. Antes de abordar la cuestión sobre qué y cómo es la divinidad, la pregunta necesaria e infranqueable que le veda el acceso es: ¿cómo y a través de qué medios el hombre puede conocer a la divinidad? A lo que responde con lo expuesto en DM, I, 3: 

Con nuestra misma esencia [ousía] coexiste [synypárchei] el conocimiento innato de los dioses [émphytos gnosis], superior [kréittôn] a toda crítica [kríseôs] y opción [proairéseôs], y es anterior al razonamiento y demostración, está unido desde el principio a su causa propia y coexiste con la tendencia esencial de nuestra alma hacia el bien.¹ (DM, I, 3) 

El conocimiento de los dioses es innato y previo al razonamiento porque este supone ya una duplicación entre quien razona y el objeto de su razonamiento, o entre quien intelige y lo inteligido. Pero también, y he aquí un dato revelador para comprender el estatuto ontológico del hombre en relación con lo divino, coexiste con su ousía, de lo que se sigue que a esta no le resulta ajeno ni extraño, sino más bien afín, porque el individuo se halla inmerso en lo divino y alcanza su perfección a través de ese conocimiento. Dice Jámblico:

… y es indigno examinarlo como si fuera atribución nuestra aceptarlo o rechazarlo; pues estamos nosotros inmersos en la presencia divina y alcanzamos nuestra plenitud por ella y tenemos conocimiento de lo que somos en el conocimiento de los dioses. (DM, I, 3)

En estas dos citas, el filósofo insiste en destacar que no le compete al hombre el juicio a favor o en contra de la existencia de lo divino porque ontológicamente ello lo antecede y lo excede. El hombre, asegura, está inmerso en su presencia, en la que no cabe sino como un juego absurdo, la posibilidad de aceptarlo o rechazarlo. Más aun, todo conocimiento, incluso el que el hombre pueda tener acerca de sí mismo, es posible por el conocimiento que se tenga de la forma en que los dioses² se manifiestan.

A continuación de ello, y por vía negativa, el filósofo enumera modalidades cognoscitivas humanas impotentes para acceder al conocimiento de los dioses. Estas son la conjetura, la opinión y el silogismo, cuyo origen temporal veda el acceso a lo eterno, debido a su imperfección y como consecuencia del distanciamiento que producen respecto de lo que es primariamente.

Convenga, pues, a los inmortales compañeros de los dioses la intelección innata [sýmphytos katanóêsis] de ellos; al igual que ellos poseen el ser siempre de un modo idéntico, así también el alma humana debe unirse a ellos, según los mismos principios, por el conocimiento [gnosei], sin perseguir en modo alguno por conjetura, opinión o silogismo [eikasía mén hè doxê hè syllogismô], que tienen su origen en el tiempo, la esencia superior a todos estos modos de conocimiento, sino que se unirá a ellos con las intelecciones puras e irreprochables [katharaîs kaì amémptois noêsesin] que ha recibido de los dioses eternamente. (DM, I, 3)

Conjetura, opinión y silogismo son modalidades cognoscitivas propias del hombre y poseen un grado de falibilidad considerable, en comparación con las mentadas intelecciones innatas, únicas y apropiadas formas del conocimiento divino. Pero al conocimiento que el hombre puede tener de las cosas humanas y las divinas a partir del sostenimiento de una vida atenta a una razón que involucra a ambas, es posible sumarle una instancia coactiva que propulsa al individuo a la consecución de la sabiduría: la teúrgia. Esta es caracterizada en DM, en líneas generales, como un conjunto de actos, ritos, símbolos, sentencias y súplicas que tienen por función purificar al hombre y liberarlo de las pasiones, potenciando lo divino en él. Escribe Jámblico: 

… entre los actos que ordinariamente se ejecutan en la teúrgia, unos tienen una causa inefable y superior a la razón: otros, como símbolos, están consagrados eternamente a los seres superiores; otros conservan alguna otra imagen […]; otros se hacen honor en la divinidad o bien tienen como objetivo una asimilación cualquiera e incluso una relación de parentesco; algunos, en cambio, nos procuran lo ventajoso para nosotros o purifican de algún modo y liberan nuestras pasiones humanas. (DM, I, 11)

El objeto de los actos teúrgicos no es, por un lado, eximir al hombre de realizar un proceso de perfeccionamiento ético-cognoscitivo ni, por otro, tentar a dioses o démones con ofrendas o sacrificios. El culto puro se limita a unir íntimamente instancias ontológicas distanciadas, a vincular a hombres y dioses, potenciando la capacidad inherente a los primeros para alcanzar la sabiduría. Lo que no hace bajo ningún aspecto es afectar a dioses y démones como si estos fueran susceptibles de pasiones, porque su esencia eterna se halla en completa desavenencia con lo corpóreo. 

Sean estos nuestros argumentos generales relativos al culto puro: porque une íntimamente los demás seres con los superiores a nosotros, porque se dirige puro a los puros y exento de pasiones a los exentos de pasiones. (DM, I, 11)

De esta cita se infiere de manera directa el efecto purificador de la teúrgia en los hombres, lo que no es en absoluto un dato menor, ya que la purificación supone siempre en la tradición platónica una divinización, es decir, un proceso por el cual el alma se dispone a participar de la naturaleza divina, armonizándose y elevándose gradualmente a lo eterno a medida que se aleja de las sujeciones propias de la corporalidad.

La purificación por medio de ritos tiene como objeto la salvación del alma, que muda de régimen ontológico abandonando las constricciones que la aprisionan en el cuerpo, cambia de actividad y se diviniza, pero no por una inclinación de lo divino hacia ella, sino por una propulsión que la predispone a la armonía.

… la salvación de la que ahora estamos hablando es la salvación del alma: cuando, en efecto, el alma tiene felices contemplaciones [theoreîn], muta a una vida distinta, ejerce otra actividad y tampoco cree ser, entonces, hombre, con toda la razón. (DM, I, 12)

Dentro los actos rituales que abogan por la purificación del alma, las súplicas también tienen un rol importante, ya que por medio de ellas puede alcanzarse, desde la imperfección, la perfección divina. Lo que supone un necesario reconocimiento de la impotencia del hombre. Seamos claros: las súplicas y plegarias asemejan al suplicante al ser que es objeto de sus devociones por el trato continuo y sostenido en el tiempo. 

… la conciencia [synaísthêsis] de nuestra nulidad, si se juega comparándonos con los dioses, hace que nos inclinemos hacia las plegarias de forma natural; y por la súplica en poco tiempo nos elevemos hasta el ser al que suplicamos, adquirimos la semejanza [homoiótêta] con él a partir de nuestro trato continuo, lentamente desde nuestra imperfección vamos adquiriendo la perfección divina. (DM, I, 15)

Para Jámblico, ninguna acción humana puede forzar la naturaleza de los dioses ni constreñirlos de ningún modo a tributar respuestas por los ritos o plegarias elevados, ya que su perfección excluye todo rasgo volitivo y comercio directo con las instancias ontológicamente degradadas. Por el contrario, los efectos de los actos teúrgicos, de ritos, símbolos y plegarias tienen una incidencia directa sobre el alma. No impelen a la inclinación de los dioses, démones y héroes hacia la corruptibilidad y falibilidad del hombre, sino que, en tanto que este es su alma, lo purifican para que se haga efectiva la perfección.

Valgan las siguientes palabras del filósofo para dar cuenta de lo recientemente expuesto:

… lo que hay de divino en nosotros, inteligente y uno, o, si quieres llamarlo así, inteligible, despierta manifiestamente en los actos de la plegaria, y, una vez despierto, anhela ante todo lo semejante y se une a la perfección en sí [autoteleíótêta]. (DM, I, 15)

En primer lugar es necesario destacar que la cita refiere, sin ningún tipo de velos, a la tradición platónico-aristotélica, y en ella resuenan las últimas palabras pronunciadas por Plotino en su lecho de muerte, acompañado por su discípulo y amigo Eustoquio y consignadas en la biografía del maestro neoplatónico por Porfirio: “Esfuérzate por elevar lo que de divino hay en nosotros hacia lo que de divino hay en el universo”.³ El perfeccionamiento ético-cognoscitivo solo es posible por la semejanza existente entre la naturaleza divina y la del hombre. Más aun, la unión de estas instancias separadas se da de manera eminente en la actividad intelectiva.

Esta es una de las lecciones platónico-aristotélicas que Plotino graba a fuego en su discipulado y que llega intacta hasta Jámblico, quien la encuentra insuficiente y considera necesario potenciar las capacidades divinizatorias propias de los hombres por la incorporación de la teúrgia a las mentadas ontologías. En la cita se ve de manera clara cómo el filósofo realiza dicha incorporación: asumiendo un esquema ontológico donde confluyen siglos de filosofía griega, introduce elementos mistérico-religiosos en el proceso divinizatorio que zanja la distancia entre dioses y hombres. A la necesaria disciplina y esfuerzo por elevar lo divino en el hombre a lo divino en el cosmos, el Sirio le suma la serie de actos teúrgicos previamente descripta, descentrando con ello el preeminente sesgo teorético de la divinización en la tradición platónica.

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Notas al pie

¹ Jámblico, Sobre los misterios egipcios, (introducción, traducción y notas de Enrique Ángel Ramos Jurado), Madrid, Gredos, 1997. (Desde aquí en adelante, cada vez que citemos DM, lo haremos desde esta traducción).

² Lo mismo vale para las instancias ontológicas que Jámblico llama compañeros inmortales de los dioses, es decir, los héroes, démones y almas puras que, por su cercanía ontológica con el vértice último de lo humanamente cognoscible, poseen el ser siempre de un modo idéntico. De allí que estos solo puedan ser objetos de las intelecciones innatas.

³ Porfirio, “Vida de Plotino”, en Enéadas I-II, III-IV, V-VI (trad. Jesús Igal), Madrid, Gredos, 1992-1998.


Fuentes

  • Jámblico, Potréptico (traducción, introducción y notas de Miguel Periago Lorente), Madrid, Gredos, 2003.
  • _______, Sobre los misterios egipcios (introducción, traducción y notas de Enrique Ángel Ramos Jurado), Madrid, Gredos, 1997.
  • Porfirio, “Vida de Plotino”, en Enéadas I-II, III-IV, V-VI (trad. Jesús Igal), Madrid, Gredos, 1992-1998.

Artículos y estudios críticos

  • García Bazán, F., “Antecedentes, continuidad y proyecciones del neoplatonismo”, en Anuario Filosófico, Pamplona, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, 2000 (33), 111-149.
  • Hermoso Félix, M. J., “Símbolo e intelecto en la filosofía de Jámblico: en torno a De Misteriis 2.11.10-41”,  en  LOGOS. Anales del seminario de metafísica, Vol. 47 (2014), pp. 135-153.
  • ___________, “El filósofo y el teúrgo en el pensamiento de Jámblico: una metafísica del símbolo”, en ÉNDOXA: Series Filosóficas, Madrid, UNED, 2015,  N° 35, pp. 27-48.
  • Taormina, D., “Unidad y multiplicidad en el principio jambliqueo de causalidad universal”, en Signos Filosóficos, México, julio-diciembre 2009, Vol. XI, N° 22, pp. 73-74.
  • Shaw, G., “The role of aesthesis in theurgy”, en Iamblichus and the Foundations of Late Platonism (editado por Eugene Afonasim, John Dillon y John Finamore), Leiden, Brill, 2012.

SOBRE EL AUTOR

Joaquín Vazquez (Rosario, 1990) es licenciado en Filosofía y docente de la UNRC. Publicó Continuidad y separación, antecedentes conceptuales de lo divino en Plotino (filosofía, ed. UniRío, 2016); La voz en los maderos (poesía, Cartografías, 2016); Crónicas de infancia (crónicas/ microrrelatos, Kintsugi, 2018); El nacimiento de un genio (cuentos, Trench, 2019), y Observaciones sobre las plantas (poesía, HD Ediciones, 2020).

Ig: @joaco.vaz

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