IMAGO MUNDI

CONFERENCIA DE JORGE R. ARIZA

En esta primera cita del ciclo de conferencias gratuitas sobre simbología, Soledad Davies y Jorge R. Ariza anunciaron el comienzo de la Carrera de Simbología que tendrá lugar el año que viene en la plataforma educativa de PsicoCymática. Luego de un año y medio de trabajo en el delineado del programa de estudios, ya está lista esta formación pionera que cocrearon, y que propone un estudio integral y transdisciplinario del símbolo y su función en el arte, la religión, la psicología, la mitología, el esoterismo y la espiritualidad, además de evaluar la resignificación que vive lo simbólico en la actualidad.

A modo de introducción, en este ciclo de conferencias gratuitas los docentes de la formación presentan algunos temas que serán profundizados en el programa de estudios. Los expositores son Mireia Rosich, historiadora del arte y máster en gestión cultural especializada en el estudio de los mitos y la simbología de diferentes tradiciones; Juan Manuel Otero Barrigón, psicólogo y docente universitario de psicología de la religión; y Michael Gadish, filólogo diplomado en lengua y cultura sánscrita, quien será entrevistado por Jorge R. Ariza en la última cita del ciclo.

La primera de estas conferencias estuvo dictada por Jorge R. Ariza, que además de ser el coordinador de la formación junto a Soledad, es doctor en Historia del Arte especializado en mística medieval y arte sacro, experto en temas esotéricos, y ha impartido distintas conferencias sobre simbología, tanto en nuestra escuela como en otras instituciones educativas y universidades. Jorge hizo una presentación sobre el Imago mundi, las imágenes de la estructura del universo en distintas tradiciones espirituales, para lo cual aclaró en primer lugar que en el pensamiento tradicional “una imagen es el lugar del encuentro de dos mundos”. 

Por lo tanto, “toda obra de arte sacro es simbólica porque (...) es capaz de traducir lo invisible en un lenguaje sensible, visual, que es imagen”, dice Ariza. En contraposición con el concepto de eídōlon o idōlum, Jorge explicó que la imagen está abierta, eso es lo que permite el encuentro de dos mundos, “mientras que el ídolo lo reduce todo a algo opaco y cerrado, que solo tiene valor por él mismo, no por las posibilidades que presenta”.

De modo que la imagen del mundo es el mundo como un icono. “De algún modo —dice Jorge— podríamos decir que el mundo es un icono de Dios y que el templo es un icono de la estructura del mundo, de sus niveles y sus direcciones, simbólicas desde ya”. Ariza aclaró que al abordar lo simbólico jamás nos referimos cuestiones literales, “el literalismo de hecho es nuestro principal adversario”. El lenguaje simbólico, en cambio, también llamado lenguaje analógico, consiste según él en establecer analogías, “permite la conexión de cosas que aparentemente están muy lejos”.

Para ilustrar estas conexiones, Ariza compartió una presentación de imágenes de manuscritos y de distintos templos, donde puede observarse la composición simbólica de su arquitectura. En palabras de Jorge, “las estructuras de un templo son imitación de las estructuras —a veces visibles, otras invisibles— del cosmos, del universo. Un universo que es obra de Dios. Dios tiene muchos oficios en la tradición, pero ciertamente es arquitecto, es geómetra”. 

Entonces por ejemplo en la puerta de un templo se refleja el resumen de su estructura completa, ya que es la conjugación, el encuentro, de un cuadrado (símbolo de lo terrenal) con un círculo (símbolo de lo celestial). Así como el octógono, presente en algunas cúpulas, representa la transición de los mundos: no es un cuadrado pero tampoco llega a ser un círculo, por lo tanto “de alguna manera representa el lugar del símbolo, porque es el lugar de encuentro entre dos mundos, el lugar donde la materia se espiritualiza y donde el espíritu se materializa”, dice Jorge. Según él “la simbología, en definitiva, es entender este juego”.

A modo de cierre, Ariza mostró una imagen que representa una visión de la abadesa Hildegard von Bingen, donde el ser humano, con su cabeza redonda como el firmamento y su cuerpo enraizado en la tierra, se revela como un reflejo del mundo. “El macrocosmos tiene su imagen en el microcosmos”, afirma Jorge, “entonces el templo, además de ser una imagen del mundo, es también una imagen de nosotros”. Si el ser humano y el mundo no son cosas diferentes, “tampoco lo es el Hombre y el misterio de Dios: el misterio de Dios es el misterio del Hombre. Cuando hablamos de Dios, en todas las religiones, no hablamos de algo desencarnado. Es el Dios en el hombre, de lo otro no sabemos nada. Es muy peligrosa la espiritualidad desencarnada”, advierte Jorge. 

Para concluir, reconociendo entonces que el templo, además de ser una imagen del universo, es una imagen del ser humano, ya que él también es una imagen del universo, Jorge afirma que “visitar los templos y los lugares sagrados con este tipo de actitud quizás nos recuerde de dónde venimos, qué somos y hacia dónde volvemos”.

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